El barrio de Sant Pere estaba incluido dentro del segundo
recinto amurallado de la ciudad (siglo XIII). Sus estrechas calles mantienen
inalterada su estructura original, aunque la mayor parte de sus edificaciones
fueron retocadas durante los siglos XVIII y XIX.
Sant Pere més Alt
Durante los siglos XVIII y XIX dominaba en el barrio una
población de industriales y comerciantes del sector textil, que tenían aquí su
casa, talleres y oficinas. Un ejemplo de ello son los dos pasajes que
encontramos en esta calle.
Pasaje de Sert (entre las calles Trafalgar y Sant Pere més
Alt, nº 49).
En este edificio de 1867 estuvo la fábrica de tapices de la familia Sert, de la que fueron miembros destacados el pintor Josep M. Sert y el arquitecto Josep Lluís Sert. El pasaje está repleto de plantas y luz. Un rincón bastante desconocido donde actualmente hay un buen número de oficinas.
En este edificio de 1867 estuvo la fábrica de tapices de la familia Sert, de la que fueron miembros destacados el pintor Josep M. Sert y el arquitecto Josep Lluís Sert. El pasaje está repleto de plantas y luz. Un rincón bastante desconocido donde actualmente hay un buen número de oficinas.
Pasaje de las Manufacturas.
Este pasaje también se encuentra entre las calles Trafalgar y Sant Pere més Alt.
Joan Cirici, fabricante de tejidos , abrió este pasaje en 1876. Actualmente tiene un aire de cierto abandono, está lleno de pequeñas tiendas, la mayoría cerradas, y algunos bares bastante curiosos y con encanto dado el lugar en el que se encuentran.
Al final de la calle, llegando a Via Laietana, encontramos las joyas del barrio: el Palau de la Música y la casa del Gremi de Velers.
No obstante, antes de hablar de ellos, quiero hacer un alto en otro edificio que pasa un tanto desapercibido al lado de los otros dos. Está situado en el nº 4, data de 1788 y destacan sus esgrafiados de 1898 obra de Francesc Soler Rovirosa. Sobre fondo verde aparecen jarrones, guirnaldas y flores.
Llega el turno para una de las obras más emblemáticas de
Barcelona y del modernismo catalán: El Palau de la Música Catalana, declarado Patrimonio de la Humanidad.
Fue construido entre 1905 y 1908 por el arquitecto Lluis
Domènech i Montaner y promovido por el Orfeón Catalán para ubicar aquí su sede
social.
Las fachadas, muy complejas, utilizan básicamente el ladrillo rojo visto y cerámica de color, y confieren al
edificio un aire de castillo
fantástico.
Los elementos compositivos y
ornamentales reciben inspiraciones
muy diversas, desde el gótico europeo
hasta los estilos orientales, tendiendo a subrayar la identidad catalana con detalles escultóricos donde figuran la bandera o la cruz de San Jorge.
Para la
realización de
la profusa decoración interior y exterior, Domènech contó
con el trabajo de los mejores
artesanos de la época: Eusebi Arnau, Pablo Gargallo y Miquel Blay en los diferentes grupos escultóricos, Lluís Bru en los mosaicos o Antoni
Rigalt los vitrales.
La fachada realizada por Domènech i Montaner, sorprende por
su construcción que se realizó como si fuera a la vista, a pesar que estaba
completamente oculta por la iglesia de san Francisco de Paula. En 2004 se
inauguró la ampliación del Palau, según proyecto de Oscar Tusquets, que a
través de una superficie de vidrio permite contemplar la fachada.
A pesar del contraste estilístico, la nueva estructura se
integra gracias al ladrillo visto. La obra de Tusquets fue reconocido con el
Premio FAD.
El interior se puede ver cada dia: de 10 a 15.30 h. La entrada es cara: 17 euros, aunque la verdad es que merece la pena. Eso sí, olvidaros de hacer fotos: te van siguiendo y controlado para evitarlo.
Y para terminar llega el turno para el otro de los edificios más destacables del barrio:
El crecimiento del tránsito marítimo a finales del siglo
XVIII supuso un aumento en la demanda de velas. Esta situación propició la
construcción de un local propio, que fue encargado al arquitecto Joan Garrido y fue construido entre 1758 y 1764. Se
caracteriza por sus magníficos esgrafiados, con pinturas de figuras de atlantes y cariátides,
guirnaldas y pilares simulados.
Fue restaurado entre 1928-32 bajo la dirección de Jeroni Martorell. Al mismo tiempo, Fernando Serra realizó
los esgrafiados de la plaza
de San Francisco, siguiendo los mismos
caracteres estilísticos ya existentes.
La planta
principal todavía
hoy pertenece al gremio (Colegio del Arte Mayor
de la Seda) mientras que los otros son utilizados como viviendas particulares.
En los últimos años el edificio ha sido rehabilitado integralmente: las
dependencias del Colegio, todas
las salas y salones, mobiliario, carpinterías,
tapicerías, pergaminos y el exterior del edificio.
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